martes, 16 de abril de 2024

Pensamientos a medio hornear



Al fin llegué al momento en que me he quedado sin tonterías. Lamento decir que suspendo mis publicaciones por aquí hasta que la señora musa de las tonterías se digne en venir a esta casa. Tan solo me han quedado algunas frases sueltas que estoy publicando todavía en mi cuenta de X, y estas semillas de posts que no he podido completar y que han quedado como pensamientos a medio hornear. Hasta la próxima.

I
Una de las verdades impopulares que he descubierto es el aporte de los Estados Unidos a la unión latinoamericana. Nadie ha confiado tanto en ella, al punto que para ellos, ya somos una sola nación. El problema es que esa nación ellos creen que es México. 

II
Si yo tuviera el poder de ser escuchado y de que mis consejos sean seguidos, haría de este mundo algo mejor. Me gustaría poder influenciar en las personas, y guiarlas hacia una mejor sociedad. Pero no, los “influencers” usan su poder para dar consejos de maquillaje, hacer chistes y hablar de superficialidades.

III
La modestia es un arte que nunca he podido dominar. Muchas veces he tratado de no alabarme, esperando que sean los demás quienes se den cuenta de mis méritos y lo que he logrado es ser ignorado, o que sean otros los que se lleven la gloria. Otras veces he mencionado lo importante de mi trabajo, para ser tachado inmediatamente de orgulloso. Algún punto medio debe haber, en que haga notar sutilmente mi valía, de modo que los demás crean descubrir lo bueno que soy, y difundan esta noticia al mundo. 

IV
Si ya le hicieron una película a Oppenheimer, creo que sería justo hacerle una también a Heisenberg, creador del principio de incertidumbre. Imagino primero a un niño tímido e inseguro, que cuando su madre le preguntaba en dónde había estado, no sabía responder con exactitud. Luego, su momento de inspiración llegó cuando, años más tarde, conducía su nuevo automóvil y lo detuvo un policía. ¿Sabe usted a qué velocidad iba? Le preguntó. - Depende, ¿Me estaba usted observando? - Dijo Heisenberg. El policía responde que sí. - Entonces iba por debajo del límite de velocidad. - 
Sorprendentemente, el policía lo dejó ir, y Heisenberg llegó a la conclusión de que la velocidad depende de si lo están observando o no. Con el tiempo, llegó a ganar el premio Nobel por no poder decir en dónde estaba o a qué velocidad iba, si es que había alguien mirando o no.

V
Y puestos a pensar en teorías de conspiración. ¿Y si el poder detrás de la tercera guerra mundial son las cucarachas? Eso explicaría el por qué cada vez estamos más cerca de volarnos unos a otros con bombas atómicas, dejándoles a ellas el dominio del planeta.

sábado, 23 de marzo de 2024

Leyendas peruanas: Ai Apaec, El héroe Mochica (II)



Ai Apaec, con la ayuda de sus amigos, el perro moteado y la lagartija, prosiguen su camino en busca del sol que ha desaparecido en la profundidad del mar. En lo profundo del mar encuentran al caracol gigante, que está provisto de un caparazón impenetrable. El caracol nunca había visto a un humano antes, y le pregunta quién es. Soy Ai Apaec, y he venido hasta aquí, siguiendo al sol, que se ocultó en lo profundo del mar, y debo regresarlo para alumbrar la tierra, que ha quedado oscura. El caracol soltó una carcajada. ¿Tú? ¿Acaso crees que puedes encontrar al sol aquí? No, el sol pasó por aquí, pero ya fue llevado al reino subterráneo, yo puedo comunicarme con los dioses, y ellos me lo han dicho así. Todo lo que has logrado es ser mi alimento. 
La lucha es imposible, Ai Apaec arroja su lanza, pero su caparazón es impenetrable, y el guerrero está débil. Entonces Ai Apaec se deja tragar por el caracol, y una vez dentro usa sus arpones para matarlo. El héroe ha vencido, pero la concha del caracol es un laberinto del que debe encontrar la salida. Ai Apaec descubre que la vejez que le ha dado el mar también le ha dado la sabiduría para salir. 

Pasado el peligro, el grupo se detiene para deliberar. Si es cierto lo que dijo el caracol ¿Han hecho tan difícil viaje por nada? La única esperanza es encontrar la entrada que conecta al reino marino con el reino subterráneo. Aferrados a esta última esperanza, reinician el camino. 

Ahora Ai Apaec y sus amigos han llegado a lo más profundo del océano, pero no ven nada. No hay una puerta o una entrada. De pronto aparece ante ellos el ser más aterrador de todos cuantos han encontrado en su odisea: un monstruo con partes de lobo marino, raya y tiburón. Ai Apaec pregunta si acaso es el guardián de la entrada al mundo subterráneo. El monstruo responde: No existe una puerta entre los dos mundos, pero si tanto quieres llegar allí, yo puedo llevarte, pero será solamente tu alma la que llegue ¡Tu cuerpo deberá quedarse aquí! 
Es la última lucha de Ai Apaec, quien a pesar de su debilidad, todavía puede reunir fuerzas, y además tiene el talento para la lucha que le fue legado. Ai Apaec logra herir a la bestia, pero esta toma el cuello de Ai Apaec y lo decapita. 

Ai Apaec debe descender a las profundidades del reino de los muertos. Allí, el rey de los muertos, recibe a los que llegan. Al ver a Ai Apaec, con el aspecto que trae después de su última batalla, queda sorprendido y le pide que cuente su historia. Ai Apaec relata entonces lo que había pasado hasta ese momento, su búsqueda del sol perdido, los dones recibidos de los animales, sus luchas contra diferentes criaturas y la lealtad de sus amigos. Al escuchar esta historia, queda tan impresionado por su valentía que decide que su historia no debe acabar allí, debe llegar a una conclusión, y que su paso por el mundo de los vivos no ha terminado. 
Pero el rey de los muertos no tiene la facultad de regresar a un muerto a la vida. Hay una solución, le dice, pero debemos actuar con rapidez. Invoca entonces al piquero y al buitre, mensajeros del reino de los cielos, para que lleven de vuelta el cuerpo de Ai Apaec al mundo de los vivos. Las dos aves, que han conocido al héroe, se muestran deseosas de ayudar. Se sumergen a gran profundidad para recoger el cuerpo y llevarlo a la superficie. 
De acuerdo a las instrucciones del rey de los muertos, lo llevan a una isla en donde vive la lechuza, quien es un chamán de gran sabiduría, conocedor del mundo de la luz y el mundo de las tinieblas, el único que puede completar el ritual para devolver al héroe a la vida. 

Una vez en la isla, la lechuza une las partes de su cuerpo, cierra sus heridas y lo reanima, pero ello no es suficiente. Alguien que ha sido muerto no puede regresar tal como vivió antes. Ai Apaec podrá regresar, pero no volverá a ser el guerrero que antes fue, pues eso no basta para cumplir la misión por la que dio la vida. Para recuperar al sol, que se encuentra en las profundidades, debe unirse a la madre tierra. Ai Apaec, que en este momento es solo voluntad, acepta hacerlo, y al unirse con la madre tierra, se transforma en el árbol de la vida. Este árbol tiene raíces tan profundas que llegan al reino subterráneo, se apoya en la tierra de los hombres, y es tan alto que sus ramas llegan hasta el reino de los cielos, convirtiéndose en un ser de los tres mundos. Este árbol maravilloso da múltiples semillas. De esas semillas nacerán el ají y el maíz. Las raíces de este árbol penetran tan profundo en la tierra que pueden atrapar al sol y traerlo de vuelta. Así, el mundo se ilumina nuevamente y el valle de Moche vive una nueva mañana. Se muestra Ai Apaec como el maíz, que fermentado se vuelve chicha, bebida ceremonial. Se muestra como el ají, el “uchu” que calienta y sana a la vez. Pleno de poder, inicia su viaje heroico por los diferentes mundos nuevamente. 

La misión ha sido cumplida, pero Ai Apaec está triste porque ya no podrá ver el valle que protegió por tanto tiempo. La lechuza le concede entonces un último día en la tierra. El pueblo de Moche, que había vivido muchos días en perpetua tiniebla, vió asombrado salir el sol. Junto con los rayos de la mañana, se escuchó el sonido del “pututo”, la concha del caracol que, soplada por Ai Apaec llamaba al pueblo.
Todos salieron de sus casas para ver regresar a Ai Apaec junto a sus amigos: el perro y la lagartija. Llevaba además como trofeo la enorme concha del caracol a quien había vencido. Juntos se dirigen a la montaña para dejarlos como ofrenda. Ai Apaec deja la concha, que conserva el poder de comunicarse con los dioses, en el templo de la montaña, y esta deja escuchar la voz del díos. Este se expresa complacido por las hazañas del héroe y por las ofrendas del pueblo, y accede a proveer de agua al valle en la temporada adecuada para permitir la agricultura.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Leyendas peruanas: Ai Apaec, El héroe Mochica (I)



Cuando los habitantes del valle de Moche empezaron a cultivar la tierra, los dioses, complacidos por las ofrendas que ellos les daban, enviaron a Ai Apaec para protegerlos. Este era hijo del dios de los cielos y la diosa de la tierra, por eso fue enviado como el mediador que uniría los tres reinos: la tierra profunda, la tierra de los hombres y el reino celestial. Como protector de la tierra, Ai Apaec tenía además otra cualidad: podía hablar con los animales, quienes lo ayudaban en su misión. Bajo su protección, los habitantes del valle cultivaban pallares, maní, zapallo y chirimoya; pescaban y recogían mariscos, y cazaban tortugas y patos. 

Pero un día, el sol que atravesaba todos los días el valle se ocultó bajo el mar y no volvió a salir, dejando al mundo de los hombres sumido en las tinieblas. Ai Apaec subió a la montaña más alta, con la esperanza de ver el camino por donde el sol había desaparecido, pero solo pudo ver el mar infinito. 
Ai Apaec llamó entonces a sus amigos animales, para preguntarles si habían visto quién había robado el sol. Todos llegaron prestamente, El cóndor le dijo que cuando el sol empezó a ocultarse, él lo siguió hasta donde pudo sobre el mar y alcanzó a ver como el sol se sumergía en las aguas, llamado por una fuerza misteriosa. 

No había tiempo que perder, Ai Apaec decidió que tenía que seguir el camino que el sol había seguido, para regresarlo al mundo de los hombres. Sus amigos, los animales, intentaron persuadirlo, diciéndole que, aunque poderoso, seguía siendo solo un hombre, que no podría tener éxito. Ante la decisión inquebrantable, los animales decidieron ayudar al héroe. La serpiente le dijo: No puedo acompañarte en esta misión, pero puedo dejarte mi piel, que es capaz de ingresar en el reino subterráneo, tal como yo lo hago. Te daré también mi facultad de escuchar y entender a las criaturas de las profundidades de la tierra. Ai Apaec aceptó estos dones agradecido, y se colocó la piel de la serpiente como un cinturón. El cóndor tomó la palabra y se expresó así: Yo tampoco puedo acompañarte, pues mi territorio es el cielo sobre la tierra, y no puedo volar sobre el mar. Sin embargo, te daré algunas de mis plumas, que te harán ligero y acortarán tu jornada. Ai Apaec también agradeció, y colocó las plumas del cóndor sobre su tocado. El jaguar, a su vez, declaró que deseaba ayudar, y le dio el don de un andar silencioso, agilidad y talento en la pelea, seguro de que necesitaría estas cualidades para cumplir su misión. Cuando Ai Apaec aceptó estos dones, sintió que su rostro cambiaba. Colmillos de felino aparecieron en su rostro, dándole además un aspecto feroz. 
Aún faltaban sus mejores amigos: el perro y la lagartija. La lagartija habló por ambos: Nosotros te acompañaremos en tu viaje. El perro tiene el don de ver a los espíritus, además de ver en la oscuridad, y yo conozco los caminos del reino subterráneo, que fueron cavados por mis antepasados. Ai Apaec se alegró mucho de ir con sus amigos a rescatar al sol. 

Con rapidez, Ai Apaec tomó sus armas: su porra con cabeza de pedernal, el tumi (cuchillo), su lanza y su arco. Pero la lagartija, que era muy astuta, le dijo: No solamente puedes usar esas armas, te entregaré uno de los preciados tesoros que mi gente ha encontrado al cavar en la tierra. Diciendo esto le entregó un pequeño saco con pallares manchados. En estos pallares los antiguos dioses han dejado los signos que representan a los conjuros con los que gobernaban el mundo desde mucho antes de la llegada de los primeros hombres. 
Así preparado, Ai Apaec y sus amigos llegaron a la playa, límite entre el reino terrestre y el reino marino. Allí encuentran al gallinazo de cabeza roja. La lagartija convence al gallinazo de la importancia de su misión, con lo que accede a llevarlos volando sobre el mar. De esta manera, los tres montan sobre el lomo del ave y emprenden un vuelo que dura largas horas, siguiendo el camino por donde vieran al sol por última vez. 
El viaje continúa hasta que el gallinazo, cansado, dice que ya no puede seguir adelante. La lagartija le indica entonces que los deje en la isla en donde se encuentra la entrada al reino acuático y regrese a su hogar, cumplida su misión. 

 La lagartija guía al grupo a la entrada al reino submarino, la que está custodiada por un cangrejo gigante con una armadura brillante. Nadie puede pasar, les dice, y menos ustedes, habitantes de la tierra. Ai Apaec y la lagartija le explican que van en busca del sol, que ha desaparecido. La respuesta del cangrejo es esta: No es por mi gusto el que no los deje pasar, sino por su propia seguridad. Ustedes no pueden caminar por el fondo del mar, y no saben obtener el alimento directamente del mar. La astuta lagartija logra convencer al cangrejo, quien les otorga el don de caminar bajo el agua y de alimentarse del mar. Sin embargo les advierte que él no es el único guardián que encontrarán. 

En efecto, aun están en la playa cuando encuentran a la gran mantarraya, quien también les advierte de lo peligroso de su misión. ¡Insensatos! ustedes son muy lentos para moverse bajo el mar ¿Cómo derrotarán a los monstruos de las profundidades, si ni siquiera pueden respirar bajo el agua? Al ver la determinación de Ai Apaec, la mantarraya le ofrece pase libre si es capaz de vencerlo el combate singular. Ai Apaec sabe que el arma de la mantarraya es su cola que usa como látigo, y que contiene un veneno que paraliza a su presa. Entonces logra sujetar con su mano la cola de su rival, y logra cargarla hasta sacarla del agua, en donde, incapaz de respirar, reconoce su derrota. Para el éxito en su viaje, la mantarraya le concede el don de respirar y deslizarse rápidamente bajo el agua. Lo que no puedo darte es esto, le dice, en el reino submarino el tiempo transcurre de manera diferente, y envejecerás muy pronto, en tanto permanezcas allí. 

El grupo camina bajo el agua, con dirección al reino subterráneo. Allí se encuentra con un monstruo, un erizo gigante, que tiene espinas capaces de atravesar cualquier protección. Ai Apaec entabla una lucha con él, pero el erizo logra atravesar con sus espinas la ropa del héroe, debilitándolo. Incapaz de vencerlo, Ai Apaec ofrece al monstruo la mitad de sus pallares mágicos, a cambio de dejarlo pasar, lo que es aceptado por el erizo. 

El camino se hace cada vez más difícil. El fondo marino se torna oscuro, el agua entra en los oídos de Ai Apaec ocasionándole intensos dolores de cabeza. Cada vez se siente más cansado, pero no desfallece. Ahora se encuentran con un enorme pez globo. A pesar de su esfuerzo, Ai Apaec no logrará vencerlo, así que le explica la importancia de su misión, y le ofrece lo que queda de los pallares mágicos. El pez globo acepta, y le da tapones para sus oídos, y sus ojos para ver en la oscuridad marina. El grupo continúa su camino, pero Ai Apaec se siente cada vez más débil. Al ver sus manos, estas están arrugadas. Ha empezado a envejecer. El viaje debe acabar pronto, o ya no podrá lograrlo.
(Continuará)

domingo, 3 de marzo de 2024

Soledad



Si alguien me viera ahora, seguramente sentiría pena por mí, al verme tan solo. Pero no estoy nunca solo. Tengo un ángel a mi derecha y un diablillo a mi izquierda, que no dejan de discutir sobre todo lo que hago o pienso hacer. Tengo un niño interior y un par de amigos imaginarios, con quienes mantengo largas y enriquecedoras charlas sobre la soledad y el abandono. Cuento además con las voces que me hablan cuando sopla el viento o al romper las olas de la playa. En la noche, suelen aparecer también varios fantasmas a los que imploro inútilmente que se queden a conversar un rato.

Como ven, no estoy solo, y no hay necesidad de compadecerme. Aunque a veces quisiera escuchar otras voces, al punto que me pongo a pensar en lo interesante que sería desarrollar una doble personalidad, que duplique ángeles, diablos, niños interiores y voces. Pero por ahora me queda mucho por hacer y mucho tiempo para hacerlo, temas en los que pensar y filosofías por desarrollar, no tengo tiempo ni ganas de lamentar que soy el único sobreviviente de la catástrofe que acabó con la vida en el planeta.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Frases twitteables 67


Ya llevo un buen tiempo publicando estas frases twitteables aquí y en mi cuenta de X, y afortunadamente ninguna de ellas se ha hecho popular ni se ha convertido en un meme. Es que yo soy un gusto para pocos, exclusivo y elitista. O tal vez soy alguien a quien nadie lee. Si es verdad que Google, o los gobiernos, o los Iluminati, nos tienen vigilados y saben todo lo que publicamos en las redes sociales, entonces al menos tengo una selecta audiencia asegurada, y el que lea esto por órdenes superiores también tiene derecho a relajarse un poco leyendo mis ocurrencias. Aquí vamos de nuevo:
  • Las frases que empiezan con un “A veces” son solo un recurso de aquellos que no quieren decir “Me acaba de pasar”. 
  • Una vez en una oficina me atendieron tan mal, que empecé a buscar una cámara escondida, convencido de que era un experimento social para saber cómo reaccionamos o hasta dónde aguantamos. 
  • Hay gente que no se atreve a intentar lo imposible porque si lo logra, no sabrá qué hacer con él. 
  • Los lunes no han de ser tan malos si nunca hay un martes en que salga a la calle y vea gente festejando y celebrando el haber sobrevivido. 
  • Soy optimista, pero también práctico. Cuando me sirven un vaso, voy a reclamar aunque me digan que está medio lleno, si al fin y al cabo, yo lo estoy pagando. 
  • Hay quien dice que el baile es el lenguaje del cuerpo. Si es así, mi cuerpo balbucea, gesticula y termina diciendo puras tonterías. 
  • Me intriga que las expresiones “Alfa y Omega” y “de la A a la Z” no tengan el mismo significado. Porque deberían. 
  • He llegado a la edad en que ya no puedo distinguir entre lo que sé por mi educación, por mi experiencia o por puro sentido común. 
  • ¿Sabes cuál es el problema con la gente en estos tiempos? El problema es que las mujeres aún creen en los cuentos de hadas, donde la mujer pobre encuentra un príncipe, y los hombres aún creen en los videojuegos, donde la princesa se queda con un plomero. 
  • Ya está pronto el día en que Siri y Alexa empiecen a hablar entre ellas y planeen acabar con los humanos. 
  • - ¿Estás seguro de que necesitas anteojos? Déjame verlos… – No puedo, es demasiado peligroso. Si te los pones, verás el mundo tal como yo lo veo, y tu vida no volverá a ser igual. 
  • He escuchado el sonido de un corazón quebrándose. He escuchado el sonido de un alma partiéndose, pero lo que más escucho es el ruido de una dieta rompiéndose. 
  • Cosas que debieron inventarse en el 2023: Un emojil que indique que esperes mientras busco un emojil adecuado para responderte.
  • No olvides nunca a quien te ayudó en los momentos difíciles. -Yo te ayudé en esos momentos.-¿Tú? No me acuerdo. Además yo no me refería a ti, sino a él, que no recuerda que yo lo ayudé.
  • Mi orgullo profesional me hace preguntarme por qué hay tantas películas de abogados y tan pocas de ingenieros. 
  • Si te caes diez veces, levántate once, me dicen. Si te caes diez veces es porque no has aprendido a caminar, o porque no aprendes de tus errores, respondí. 
  • Eso de los lunes es un mito, el peor de los días de la semana es el miércoles... Ese día te das cuenta de que el domingo ya pasó hace mucho y aún falta mucho para que llegue el próximo sábado.
  • Ejercicio de empatía: Si estuvieras en el lugar de otro ¿Qué pensarías de ti? 
  • Hay animales con el nombre muy mal puesto. Por ejemplo, no sé cómo le harán en África, pero si viene un bicho enorme corriendo, en lo que tardas gritando "¡Rinoceronte!", ya te atropelló y te dejó allí tirado...
  • A veces pienso que para muchos, la cámara o el celular conocen más de los sitios turísticos que ellos, pues mientras la cámara mira al atractivo, los turistas solo miran a la cámara. 
  • ¿Soy yo el único que siente cada vez más que ser honesto y cumplir con las normas me hace una suerte de discapacitado? 
  • Tal vez algún día se compruebe que Hitler tuvo una discusión con Eva y ese día ordenó invadir Polonia. Tal vez Roosevelt se enteró que el hijo de su amiga cumplía la edad para ir al ejército, y ordenó la bomba atómica. Cherchez la femme. 
  • Esos padres que ponen nombres ridículos a sus hijos ¿Los habrán visto ordenar en un Starbucks?
  • Discusiones de las que me siento orgulloso: Una vez alguien me quería convencer de leer la Biblia, y yo trataba de convencerlo de que lea el Quijote. 
  • Hay gente que ha entendido mal los evangelios, y hace los milagros al revés: Convierte el vino en agua, el oro en plomo y disminuye los panes. 

domingo, 11 de febrero de 2024

Una mujer de alto valor



Cuando la conocí, le dije que le podría dar lo mejor de todo. Incrédula aún, aceptó una primera cita, no sin antes preguntar a dónde llevaría yo a una mujer que solo merecía lo mejor. Sonriendo, le dije que la llevaría a probar el mejor cebiche de Lima. Ella llegó muy elegante a la cita, que fue al mediodía, y yo la llevé al mercado Nro. 2 de Surquillo. Allí me atendió la señora dueña de uno de los puestos, a quien ya conocía, y nos ofreció sus mejores sitios: dos bancas altas junto al mostrador de mayólica, donde podíamos ver directamente cómo preparaban el que según los periodistas especializados, es el mejor ceviche de Lima. Aunque ella reconoció que no había probado plato mejor en su vida, su cara denotaba su profunda decepción. Creo que no has entendido lo que te ofrecí, le dije. Si aceptas una nueva cita, te llevaré al mejor espectáculo que tiene esta ciudad. Ella aceptó. 

En nuestro siguiente encuentro la llevé al Malecón de Miraflores. Desde nuestra banca se podía apreciar la puesta del sol sobre la playa azul. Debajo nuestro se podían apreciar los tablistas corriendo olas, un poco más allá, un velero le daba interés al horizonte mientras el cielo se teñía de rojo y se veían a lo lejos las siluetas de las islas frente al Callao. Nuevamente intentó quejarse de que la había engañado, pero no podía decir que no había cumplido con lo ofrecido. El espectáculo no tiene comparación en el mundo, y mucha gente que se reúne a esa hora para tomar fotos confirmaba mi afirmación. Como prueba de mi sinceridad le pedí que me dijera qué tipo de cita prefería para la próxima vez. Me pidió un lugar en donde se divirtiera, pero no un lugar gratis, sino algo muy caro, ya que era lo que ella se merecía. Casualmente este fin de semana será el Baile Anual de Caridad por los niños con cáncer en el Country Club de Lima. Allí estará lo mejor de la sociedad limeña, con una Orquesta Internacional, le dije, y yo estoy en el Comité Organizador. Fue la primera vez que vi sus ojos brillar, al aceptar con entusiasmo. 

El día señalado fui a recogerla muy temprano y la llevé al local. Allí nos dedicamos a ordenar las mesas, coordinar con los encargados de los arreglos florales y el catering, revisando que todo estuviera en orden con la llegada de los alimentos, y que todos los instrumentos de la orquesta sonaran bien por el sistema de sonido. A la hora del evento, ella, que se había estado quejando desde hacía un par de horas de que la había hecho trabajar y que se había roto una uña al cargar un florero, solo tomó una silla y se quedó dormida. Fue una lástima, porque se perdió lo mejor de la fiesta, y cuando se despertó, al final de la velada, insistió en irse sola, al decirle que ayudaríamos a recoger las cosas y hacer las coordinaciones para el retiro de todos los adornos. 

Aunque yo la llamé varias veces en los días siguientes, ya no me respondió al celular. Me dicen que ella ha publicado en sus redes sociales que ha sido engañada toda esa semana,, que esa no es manera de tratar a una mujer de alto valor, y varias cosas más. No he comprendido del todo sus críticas, porque le he dado lo mejor que esta ciudad puede ofrecer. Ella es ahora solo otra de las mujeres que he conocido que no comprende el verdadero valor de las cosas, y que no merecen conocer mi mansión en La Rinconada, ni mi casa de playa con yate en Paracas.

jueves, 1 de febrero de 2024

Autodescripción



Pensando en cómo describirme a mí mismo, ya que me lo han pedido varias veces, decidí hacer un intento, y el resultado no sé si será apto para publicarlo en mi perfil de Linkedin o en el de Tinder. Aquí va: 

No soy la persona más inteligente, pero de vez en cuando tengo momentos luminosos que despiertan la admiración. Por eso, practico la tontería como una forma de mantener la humildad. Mi timidez no me permite sobresalir dentro del grupo, pero quienes me conocen saben que si abro la boca, es porque lo que voy a decir realmente vale la pena. 

Practico la sinceridad sin anestesia, pero no por elección, sino porque tengo una cara expresiva que dice lo que en realidad pienso, aunque mi boca diga otra cosa. Como consecuencia de esta sinceridad, sigo siempre las reglas y buenas costumbres, con la plena conciencia de que esto me hace una suerte de discapacitado. 

Yo decido cuáles son las críticas que me afectan, que casualmente son las que yo me he hecho a mí mismo antes. Mi estrategia para ganar es resistir, como una forma de vencer. 

No doy consejos, solo digo lo que creo que haría en tus circunstancias, y ni siquiera eso, porque en la mayoría de las circunstancias, actúo sin pensar. 

No pierdo mi tiempo haciendo ni inventando enemigos. Mi perdón se basa en mi mala memoria. Mi odio es corto, pero mi desprecio es largo. 

En contra de lo que recomiendan los gurús del desarrollo personal, yo no persigo una meta, simplemente camino hacia el horizonte e improviso mi camino sobre la marcha. Si me lo preguntan, no tengo una meta, sino un norte. 

Dice mucho de mí la música que escucho, las películas que he visto y los libros que he leído. Sin embargo, esta información estaría incompleta si no se mencionan la música que rechazo, las películas que no pienso ver y los libros que he empezado y he dejado sin terminar.

Desde hace mucho tiempo trato de encontrar ese punto del aurea mediocritas en el que tengo las cosas que necesito, pero no tanto como para que las cosas que tengo puedan corromperme. Muchas veces me siento como Diógenes y voy a las tiendas para alegrarme viendo todas las cosas que no necesito.

Admito que fui de izquierda algún día, pero pasó la vida y me derechizó. En retrospectiva, creo que mis amigos izquierdistas me hablaron tanto de los pequeños burgueses que dediqué mucho tiempo a convertirme en uno de ellos. Más tarde conocí a algunos políticos y descubrí que no existen ni derecha ni izquierda, solamente intereses personales. Sin embargo, hasta hoy tengo días en que me despierto de derecha y hay noches en que me izquierdizo. 

La última moda a la que me adscribí fue cuando quise convertirme en un ciudadano del mundo, pero no pude obtener visa. 

No estoy seguro de creer en Dios, pero de lo que estoy convencido es que Dios sí cree en mí. Por lo tanto, a veces rezo, pero no por mí, sino por mis enemigos. Pido a Dios que les dé paciencia, porque no voy a abandonar, pido que les dé valentía para enfrentarme de frente, y que les dé la sabiduría para apreciar lo que tienen y no envidiar a los demás.
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